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lunes, 27 de octubre de 2014

Recuperar el placer, por Mariela Verónica Gagliardi

Ellos están ahí, en una habitación de algún hotel alojamiento, siendo voraces y ellos mismos. Un sillón los abriga e impulsa a seducir. Sin embargo, no se conocen ni se miran ni se observan. Son dos hombres y dos mujeres que existen y necesitan comunicar lo que les pasa. La habitación los hospeda como lugar pero no como sitio compartido.
En cuanto una canción deja de escucharse, cada uno se viste de calle y relata alguna sensación, alguna preocupación, alguna carga cotidiana…
Ellos están ahí, como cualquiera de nosotros. No intentan sobresalir sino transmitir la importancia de un deseo sexual, la quita de un tabú ya ridículo para estas épocas y la naturalización de lo normal cuando realmente lo es.
Una pantalla de televisión, acompaña con ciertas “imágenes prohibidas” y, a medida que transcurren los minutos, pasan a formar parte de las escenas teatralizadas.
¿Por qué lo que cada uno hace, piensa y anhela es juzgado en el teatro como en otros movimientos artísticos?
Parece ser que la hipocresía o vergüenza por lo que se hace en el ámbito privado, no merece esclarecerse -o al menos no señalar como degenerado- en el terreno público.
¿De qué sirve horrorizarse ante cosas que se frecuentan?
Mientras un mismo acto sexual se repite en la televisión, los actores narran algo al respecto, vinculándolo con sus vidas.
Como un desfile de ideas, los monólogos no empiezan y terminan sino que son interrumpidos por el relato de otro, hasta mimetizarse de tal manera que los cuatro parecen uno. Se trata de perfiles totalmente diferentes y bien caracterizados en actuaciones, vestuarios y modos de hablar. Sin embargo, los fragmentos apuntan al mismo destino: ser sin tener que dar explicaciones, ser desde lo más profundo y esencial del ser vivo -olvidándose de la parte racional que, muchas veces, perjudica-.
Tener trabajos distintos, pensamientos diferentes y estilos de vidas opuestos; no les impedirán disfrutar de lo más básico de la vida.
Ninguna disciplina o actividad puede oponerse al ser humano. Todo debería ser complementario.
En cierta ocasión, una de las actrices menciona que su madre quiere castrar a la gata. A ella le parece un horror, el pensamiento de ésta y no para de hacer hincapié a lo largo de la obra. Por qué el humano debe decidir, también, sobre la vida de un animal? Miles y miles de campañas para castrar animales y tan pocas para concientizar a sus dueños. Míseros tratamientos para que una mujer no pueda quedar embarazada, siendo que la población aumenta demasiado, sin concientizar a estas pobres mujeres.
¿Por qué frenar a la naturaleza?
Si una mujer tiene raciocinio, ¿por qué no enseñarle a utilizarlo en vez de proyectar sus falencias en bellas hembras que buscan placer al parir?
Si la naturaleza existe por algo será. No hay ni existe nada más sabio que ella. Entre los animales logran sobrevivir, en cambio, entre los humanos solo existe odio, venganza y muertes.
Eso que nos falta es un recordatorio a cada persona, para que active su sistema y decida gozar.
¿Por qué dedicarle momentos de sobra a algo tan maravilloso? ¿Por qué recordarlo solo en ciertas ocasiones?
Nadie debe sentirse degenerado por sentir. Simplemente, es quien no puede llevarlo a cabo.
Eso que nos falta, permite que transitemos por ese ratito privado de cuatro personas, hasta que deben abandonar su habitación. El turno ha terminado y tendrán que esperar hasta la próxima oportunidad.
Oportunidad o espacio que deseen brindarse para sí mismos.
Como quien jugó y se pasó de la raya, la cortina musical sube, ellos bailan, se conectan como parejas por primera vez pero sin hablarse y, luego, vuelven a sentarse. Necesitan descansar y reflexionar hasta otro momento donde ardan en deseos sin demasiada explicación al respecto.
Por ahora, precisan verbalizar lo que les pasa. Más adelante, seguramente, logren elevarse y complementar todos los planos de sus vidas como necesarios. Quizás, la balanza deba orientarse de otro modo.
El placer en la comida, en el amor, en una persona, en un sistema binario y en la vida.
Eso que nos falta, es necesario encontrarlo y unirlo como imán hasta que el humano sea una integridad y no un conjunto de partes ineficaces.
El sexo, como motor de búsqueda hacia nuestro interior, como engranaje perfecto para ser.


http://saborateatro.com/2014/10/16/recuperar-el-placer/

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